Tras dedicarme a pintar naranjas en atardeceres. De nuevo retomo, papel y lápiz.
ÁREA DE SERVICIO
Son las seis en punto de la madrugada. Afuera hace frío y ha empezado a llover. Suena el despertador de Aretino. La voz de Fátima se oye a lo lejos. Es su mujer. Ella duerme en la parte norte de la casa, en la planta de arriba. A sus cuarenta y cinco años, posee fibromialgia (dolor musculo esquelético) y fatiga crónica. Aretino, lleva años durmiendo solo en la planta de abajo, en compañía de su perro Raimon. Un labrador de tez chocolate de tan solo dos años. La hija de ambos duerme en la boardilla, rodeada de peluches y muñecas.
De nuevo, Fátima grita:
– ¡Llegarás tarde!
-Ya te he oído.- Responde malhumorado.
Raimon, mueve el rabo al oír la voz de su amo, sabe que dará un paseo. Sentado en la cama, pone los pies encima de la alfombra. Las tuberías pasan por ahí, y los mismos lo agradecen. Las yemas de sus dedos agrietados, acaricia el lomo peludo.
-¡Vamos campeón! ¡Vamos fuera!
Aretino se pone el abrigo encima del pijama y el gorro de lana a rayas grises, en su mano izquierda empuña el mango de un paraguas. En el cristal que hay situado junto a la puerta de entrada, se pueden aprecian gotas de lluvia.
Él paseo tarda cuatro bocanadas de humo. Una vez dentro de casa, Aretino se dispone a cubrir su enjuto cuerpo con la ropa de trabajo (manchada de grasa con olor a gasolina)
-¡De nuevo llegas tarde! Si vuelve a repetirse tendré que despedirte. – Exclamo enfurecido (su jefe).
Claudio es un hombre de compresión fuerte y semblante fúnebre. Cada día llora un rato en silencio, escondido tras los bidones de gasolina. Después, seca sus lágrimas y suena sus mocos con cualquier trapo próximo a él.
La vergüenza se dibuja en el rostro de Aretino, y con la cabeza agachada coge el surtido de gasolina, para atender a su primer cliente.
-¡Buenos días! ¿Cuánto le pongo? Del vehículo se dispone a bajar un caballero maduro muy bien vestido, pero la voz de una joven en la parte trasera del mismo, llama su atención. Aretino, espera con la mirada fija. No puede dar crédito a lo que sus ojos ven. – ¡Es preciosa!-susurra entre dientes. Su piel morena, ojos verdes y ese pelo ensortijado le hacen temblar.-Oh Dios mío, y ahora-, mueve la cabeza en mi dirección, aunque no está mirando directamente. Veo el inicio de su sonrisa, y luego, el lento movimiento de su lengua moviéndose, para humedecerse los labios. No sé qué pensará, pero algo agradable ha de ser. Estoy duro como una roca. La bragueta me va a estallar.
El caballero se disculpa por el retraso ocasionado, y explica a Aretino que su hija es muy caprichosa, y que se acercará a la cafetería. Allí está Claudio, él mismo, le sirve un café cortado sin azúcar y un paquete de chicles. Aretino tiene paralizada la entrepierna y la mano temblorosa, aún así, logra echar gasolina. La jovencita baja el cristal de la ventanilla, y extiende su mano para llamar su atención. Él se acerca, aún no ha podido descifrar su edad.- ¡oh! Es una adolescente, podría ser realmente mi hija. Mis pensamientos han ido más rápidos que mi sentido.
Se oye el ruido del motor y el claxon de una moto. Resignado sigue su trabajo, aún le espera un duro día. Escurre la bayeta para volver a repasar los cristales y seguidamente llena el cubo, pero Aretino está distraído y trabaja lento. Su jefe se percata del comportamiento y se lo hace saber. Las voces penetran los cristales y un portazo acaba con los mismos. Mientras tanto, los clientes esperan impacientes. Nervioso y con las orejas gachas Aretino reanuda su trabajo.
-Buenas tardes, ¿Cuánto le pongo?
Y así pasa, sus últimas horas de trabajo.
Nada más llegar a casa el tintineo de llave en su bolsillo, despiertan a Raimon. Que se abalanza sobre él, moviendo el rabo.
-¡Qué pasa campeón! ¿Me has echado de menos?
Raimon ladra. Fátima no sé inmuta y permanece sentada con un libro entre sus manos. Por un instante sus miradas se entrecruzan, y él, de nuevo, vuelve a ver la imagen de la jovencita adolescente reflejada en Fátima .Se acerca a ella e intentada besarla.
-¡Qué haces!, déjame. –Exclamó sorprendida.
Aretino se echa hacía atrás sin saber realmente que es lo que a echo. Está sumamente confundido, no puede borrar la imagen de aquella preciosa joven, y decide salir a caminar. Duda qué dirección tomar, si calle abajo, en el que se encuentra la avenida principal (rodeada de parques), o por el contrarío dirigirse a la famosa calle (las tetas), donde las señoritas permanecen desnudas, de cintura para arriba. Tomada la decisión, reanuda su camino. Son pocos los minutos que tarda en estar rodeado de bellas jóvenes subidas en sus acharolados tacones. Apoyado en la barra con unas cuantas copas de más, puede observar cómo una de las jóvenes le saluda. Intenta ir hacía ella, pero su embriaguez no sé lo permite, y es ella la que se acerca hasta él.
-¡Buenas noches!, Caballero. Me alegra volver a verlo. ¡Qué casualidad!, ¿Ha venido en busca mía?- Pregunta la joven en tono chulesco.
Atónito sin poder articular palabra, esboza una grata sonrisa. La joven se acerca un poco más y Aretino con su mano, rodea su cintura. Ahora están totalmente juntos. Aquello que parecía imposible, ahora es realidad. Las respiraciones de ambos se han agitado y sus lenguas están poseídas. Aún queda una larga noche. Tiene los ojos abiertos y no está cabizbajo.